Misael Alvarez, gerente de Alicorp “En Bolivia hay ventajas que otros no ven”
Alicorp consolida en Bolivia su operación internacional más relevante, con presencia en más de 30 categorías del mercado de consumo masivo.
El Country Manager de Alicorp en Bolivia lidera la operación más importante del grupo fuera de Perú. En esta entrevista exclusiva, revela la estrategia empresarial en tiempos de crisis, la apuesta por la sostenibilidad y el lado más humano de quien baila salsa con su esposa en Santa Cruz.
Cuando Misael Alvarez habla de su vida en Bolivia, lo hace con el entusiasmo de quien se está reencontrando con lo esencial: su familia, su vocación y una nueva oportunidad para crecer.
“Mi nombre es Misael Alvarez. Soy esposo, soy hijo, soy padre de dos niños: el mayor de cinco años y la menor de tres”, dice con tono sereno. En febrero se trasladó definitivamente a Santa Cruz de la Sierra tras una etapa de transición entre Lima y Bolivia. “Todo enero estuve yendo y viniendo. En febrero ya me mudé con toda la familia”, recuerda.
La llegada a Santa Cruz no fue solo un cambio de oficina, fue una apuesta de vida. “Vivo en Las Palmas. Me estoy acostumbrando al clima cruceño, un poco cambiante. Pero la calidez de la gente compensa cualquier cosa. Siempre hay una mano amiga”, afirma. Su tono revela a alguien que observa y escucha. Ya cruzó el Piraí, disfruta de la gastronomía y los paisajes cruceños, quiere conocer el país y le impresiona la pasión boliviana por el fútbol.
Alicorp, la empresa que representa, también vive una transformación. Tras desprenderse del negocio de molienda, el grupo fortaleció su enfoque en el consumo masivo. Bolivia quedó en el centro de esa estrategia. “Cuando pasamos por este proceso de repensar quiénes éramos como compañía, definimos tres geografías core: Perú, Bolivia y Ecuador. Hoy Bolivia es la más importante fuera de Perú”, asegura.
¿Qué hace tan relevante al mercado boliviano?
“En términos de ventas, Bolivia lidera fuera del Perú. Además, vemos ventajas competitivas: conocemos al consumidor, entendemos sus hábitos, compartimos cultura. Eso nos permite proponer valor real en cada categoría”.
Con una planta en Cochabamba y operaciones a escala nacional, Alicorp está presente en más de 30 categorías. “Estamos en alimentos, productos de limpieza, cuidado del hogar. Y llegamos directamente a unos 27.000 puntos de venta. Representa el 50% de la distribución numérica nacional”, explica. Esa amplitud forma parte del modelo de integración vertical que caracteriza a la compañía.
¿En qué consiste ese modelo?
“Estamos integrados hacia adelante. No solo fabricamos; también nos aseguramos de llegar a cada rincón con nuestros productos. Distribuimos directamente y también trabajamos con mayoristas y codistribuidores aliados. Esa cercanía con el cliente nos permite tener un inmediato, saber qué funciona, qué necesita adaptarse, y mantenernos relevantes”.
La planta de Cochabamba abastece más de la mitad del consumo local y también produce para exportación. “Desde ahí distribuimos a todo el país, y nos permite ser eficientes logísticamente”, indica Alvarez. Algunos productos, como los de limpieza, aún se importan principalmente desde Perú. “En algún momento se produjeron más aquí, pero evaluamos siempre dónde es más competitivo fabricar. Es algo que puede cambiar”.
¿Cómo ha cambiado el consumo con la escasez de dólares?
Notamos un cambio claro. Por eso ofrecemos portafolios diversos, con productos de distintas gamas. En todas nuestras categorías, el consumidor tiene opciones de calidad a precios distintos. Eso nos permite estar presentes sin ser una carga adicional”.
El enfoque adaptativo es clave para sortear la volatilidad boliviana. “Estamos acostumbrados a operar en entornos desafiantes. Bolivia exige mucha adaptación, pero tenemos visión de largo plazo”, remarca. Esa resiliencia se refleja también en el ambiente interno. “Nos preocupamos mucho por el bienestar de nuestra gente. Si una persona está feliz, rinde mejor. Por eso fomentamos un entorno de colaboración, sin estrés innecesario”, afirma.
¿Cómo ha sido el recibimiento del ecosistema empresarial boliviano?
“Muy positivo. Siempre encontramos empresarios abiertos, dispuestos a compartir sus experiencias y ayudarnos a entender la dinámica local. Los gremios también han sido claves para construir diálogo”.
No todo es cooperación: también hay obstáculos, como los bloqueos. “Es un tema que toca gestionar. No es exclusivo de Bolivia. También pasa en Perú y Ecuador. Ya es parte del paisaje. Aunque siempre esperamos que no se normalice”.
¿Y cómo perciben las regulaciones entre países andinos?
“Cada país tiene sus normas, especialmente en lo impositivo. Pero una vez que aterrizas y entiendes el entorno, puedes navegar sin mayores problemas. Como solemos decir entre nosotros: el infierno es el mismo en todos”, bromea.
¿Santa Cruz puede convertirse en un hub de exportación?
“Hoy estamos enfocados en abastecimiento local. Pero el potencial logístico de Santa Cruz está ahí. Tiene conectividad, infraestructura y energía empresarial. Con condiciones favorables, podría jugar ese rol regional”.
Alicorp no solo mira números. También mide su impacto social y ambiental. La estrategia de sostenibilidad de la empresa se estructura en cuatro pilares: bienestar, desarrollo de la cadena de valor, cuidado del medioambiente y transparencia.
¿Qué acciones concretas aplican en Bolivia?
Donamos más de 326 toneladas de alimentos junto al Banco de Alimentos. Capacitamos a 160 restaurantes este año. Con el programa ‘Cliente Perfecto’, ayudamos a pequeños negocios a optimizar su stock y sus ventas. Y tenemos una alianza con GreenSide para recolectar aceite usado y evitar que se vierta en los desagües”.
El aceite recuperado es tratado y reinsertado en procesos de economía circular. “Así evitamos prácticas que contaminan el agua o ponen en riesgo la salud. Queremos dejar una huella positiva en cada etapa de nuestra operación”.
La visión a largo plazo también se refleja en la forma en que lidera su equipo. “Quiero dejar un equipo más fuerte, más autónomo. Que no me necesite para seguir adelante. Si al irme todo colapsa, entonces fracasé”, dice sin rodeos.
Misael Álvarez no solo lidera. También escucha, observa, se adapta. Habla con entusiasmo de su vida en Santa Cruz: “La ciudad tiene ritmo, pero también es amable. Me gusta correr, salir a caminar con mi familia, y claro… en casa bailamos salsa. Es casi una tradición con mi esposa”.
¿Qué te sorprendió de la ciudad?
“La amabilidad. En serio. En cada trámite, en cada tienda, en la calle. Siempre hay alguien dispuesto a ayudarte, a explicarte. Me hace sentir muy bienvenido”.
¿Cómo es un día normal fuera del traje?
“Llevar a mis hijos al colegio, correr, tomar café con mi esposa, trabajar, volver a casa, jugar, y si se puede… bailar salsa. No necesito más que eso para estar feliz”.
Le gusta el fútbol, aunque aún no ha ido al estadio. “Soy de Alianza Lima, eso sí. Pero respeto mucho el fútbol boliviano. Aquí se vive con pasión”.
¿Comida favorita en Bolivia?
Majadito. Batido. No hay discusión”, responde sin dudar.
La conversación avanza con fluidez, como quien habla con alguien que ya no se siente extranjero. Dice que aún está descubriendo Bolivia, pero que ya se siente parte. “Estoy aquí para trabajar, sí, pero también para vivir. Y eso lo estamos haciendo en familia”.
¿Qué legado te gustaría dejar después de tu paso por Bolivia?
“Relaciones genuinas. Un equipo fuerte. Una operación sólida, pero también una cultura saludable. Que la gente que estuvo cerca de mí se sienta inspirada, respaldada, escuchada. Y que el negocio haya crecido de manera sostenible. Los números importan, claro, pero no son lo único”.
¿Qué aprendiste de Bolivia en estos primeros meses?
“Que es un país con muchísimo potencial, y con una gente muy comprometida. También que todo toma tiempo. Hay que escuchar, observar, respetar los procesos y ganarse la confianza. Nada puede imponerse”.
¿Y qué crees que puede aprender Bolivia del modelo Alicorp?
“Tal vez que hay una manera de hacer empresa con propósito. Que se puede generar rentabilidad y al mismo tiempo construir comunidad, cuidar el medioambiente y ofrecer oportunidades. No son caminos opuestos”.
¿Qué tan difícil es mantener el equilibrio entre los objetivos del negocio y tu vida personal?
“Lo es. Pero con intención se puede. Yo trato de priorizar lo importante. Hay momentos que no se repiten: una función del colegio, una cena en familia, una charla en la noche. Eso también te da energía para rendir en lo profesional. No hay éxito si en casa todo se resquebraja”.
¿Qué consejo le darías a un joven profesional que quiera liderar operaciones como esta?
“Que escuche. Que aprenda. Que no llegue con la verdad bajo el brazo. Y que construya relaciones. Al final, uno no gestiona Excel. Uno gestiona personas”.
Misael Alvarez habla con calma, sin eufemismos ni poses. Deja entrever que su liderazgo no se impone, sino que se propone. Que no vino a impresionar, sino a construir. En tiempos de inestabilidad y ruido, su apuesta por el largo plazo, la empatía y la disciplina lo convierten en un ejecutivo distinto.
“Uno puede traer KPIs, metodologías, herramientas. Pero si no entiendes la cultura y no te ganas a la gente, no logras nada”, dice con convicción.
“Escuchar no es solo oír. Es entender lo que el otro siente, lo que no dice. Solo así puedes tomar decisiones alineadas con la realidad”, afirma.
¿Hay algo que cambiarías de tu estilo de liderazgo?
“Uno siempre tiene áreas de mejora. A veces quiero resolver muy rápido. Pero también he aprendido a delegar, a confiar en que los demás también tienen respuestas. No hay liderazgo sin confianza”.
Esa frase, sencilla, dice mucho. A veces, el verdadero impacto de un ejecutivo no se mide solo en números, sino en la huella que deja en las personas y en el país que lo acoge.


