La triste historia empieza a repetirse

Puesto a buen recaudo en su trinchera de Lauca Ñ del inexpugnable trópico cochabambino donde acaba de mostrar a una red televisiva brasileña que está bajo custodia permanente de 3.000 seguidores como su bien montado despacho donde funge el ‘Estado Mayor del Pueblo’ del que es su jefe máximo, Evo Morales Ayma parece apostar a la solución por el desastre del país. Lo hace tras haber quedado su candidatura marginada de las elecciones generales del 17 de agosto próximo. Por ventura, ¿quién las financia mientras duran las movilizaciones ‘evistas’? ¿Es la misma billetera gruesa que corre con los gastos diarios por el techo y rancho de los fieles custodios de Morales Ayma en su escondite valluno? Son algunas interrogantes que necesitan prontas y claras respuestas.
Pese a sus deseos, el expresidente y caudillo cocalero no pudo colocarse en la grilla de partida junto a una decena de aspirantes a la presidencia del Estado, entre una izquierda fragmentada y una oposición incapaz de nuclearse en una candidatura única que en vano demandó mayoritariamente el electorado nacional. Y como lo ha hecho antes, amparado en una total impunidad, Morales Ayma ha retomado desde el Chapare, las prácticas de bloquear, sin límite de tiempo, carreteras nacionales. Esta vez, lo hace para presionar al gobierno de su exaliado Luis Arce, devenido en su mayor enemigo en la arena política.
La medida que se ejecuta desde principios de la semana afecta, además del departamento de Cochabamba, al occidente y sur del país, impidiendo el libre tránsito con millonarios perjuicios para la raquítica economía nacional. El ministro de Obras Públicas, Édgar Montaño, citó pérdidas de hasta Bs. 42 millones a los sectores productivos en los primeros días de cortes de rutas que les impiden llegar con sus cargas a los mercados internos y externos de Bolivia.
Este es el contexto en que el proceso de las elecciones generales avanza a los barquinazos sobre un tortuoso e incierto camino. Cabe recordar que la semana anterior se produjo el cierre oficial del registro preliminar de candidaturas y en las próximas 48 horas, el viernes 6 de junio, el Tribunal Supremo Electoral debe publicar las listas definitivas donde no aparecerá el nombre del ciudadano Evo Morales Ayma. Aunque parece no tener límites su obstinación por retornar al poder que istró ininterrumpidamente durante trece años, convirtiéndose en el gobernante con mayor tiempo en funciones en la historia del país. Además de un proceso judicial en su contra por un caso de trata de personas agravado, pesa sobre él y sus afanes de volver a candidatear a la presidencia del Estado, un impedimento legal por decisión del Tribunal Constitucional y por el que no puede ejercer esa función por más de dos veces de forma continua o discontinua.
En este accidentado proceso agravado por la agitación política, la violencia que ha empezado a cobrar víctimas y una profunda crisis económica que golpea a los bolivianos, la inestabilidad y la desinstitucionalización complican en extremo el panorama, incluso promoviendo la aparición de siniestras organizaciones criminales a las que es posible atribuir el asesinato ocurrido hace pocos días de un alto oficial de la Policía boliviana en la puerta de su domicilio, sin que se sepa de alguna investigación en avance y recientemente, la muerte violenta de un coronel y comandante de una de las más importantes unidades militares de las FFAA, tras recibir un certero disparo en la cabeza en las propias instalaciones del regimiento a su cargo y cuyo esclarecimiento sigue pendiente porque las pesquisas no avanzan con la celeridad debida.
En estas tan diversas, complejas y riesgosas circunstancias, en el año de su Bicentenario y presa de sus desventuras, Bolivia parece colocada al borde del despeñadero por algunos de sus malos hijos y sus desmedidas ambiciones personales, ebrios o enfermos de poder como lo están sin remedio.


