Quiere cambiar la vida a las personas sordas: tarijeño crea un dispositivo que transforma el lenguaje de señas en voz

Ciro Zeballos no ha creado una app, lo suyo es un dispositivo que se usa en dedos y brazos. Apremia el respaldo financiero para que su segundo prototipo vea la luz

Ciro Alejandro Zeballos (28) es ingeniero mecatrónico, estudió en su natal Tarija y su proyecto de tesis fue ambicioso: hacer un dispositivo que traduce lenguaje de señas a comunicación oral, facilitando la inclusión de personas sordas.
Tras el movimiento de las manos y brazos (donde se disponen 18 sensores en total), reproduce el sonido de las palabras (ver video).
Así, por ejemplo, colocando la mano abierta en la zona de la barbilla, con los dedos por debajo de los labios, y luego moviendo la misma hacia delante y hacia abajo, su prototipo dirá: “gracias”, traduciendo el gesto de lenguaje de señas de las personas sordas.
Ciro todavía no tiene recopilados todos los datos del lenguaje de señas boliviano, que debe tener entre 4 mil y 5 mil palabras, pero está en camino a ello. Se ha propuesto hasta el año 2026 tener listo su prototipo número dos, ya que el primero que hizo no era inalámbrico como el actual y tenía toda una maraña de cables en manos, brazos y pectoral.
Apremia que haya financiamiento para poder concluir su idea, todos los días hay innovadores creando cosas. Una emprendedora dominicana está trabajando desde 2021 en una aplicación llamada Sign-Speak, basada en la Inteligencia Artificial (IA) y que promete permitir sostener una conversación fluida y sin barreras.
La motivación de hacerlo
“Empecé a participar de un voluntariado porque la universidad así lo exige, yo elegí el de colaborar con las personas sordas y en la convivencia pude evidenciar esa brecha de la comunicación que era muy notoria”, Ciro no imaginaba la susceptibilidad tan grande que había. “Las personas sordas solo se juntan en comunidades que únicamente hablan lenguaje de señas, no es normal ver a una persona sorda tratando de integrarse a una comunidad hablante porque sabe que ahí no la van a comprender ni tampoco a integrar. “Ahí hay un distanciamiento crucial”, pensó.
Se puso en los zapatos de las familias que no son tan afortunadas con poder adquisitivo y que no pueden enviar a su ser querido, que no habla, a una institución privada que lo ayude. “No todos tienen eso y pensé que podía trabajar en algo”.
A medida que se fundía en el mundo de las personas sordas, aprendió las delicadezas de la empatía, como, por ejemplo, a ser respetuoso con un interlocutor que no puede hablar, mostrando interés, mirándolo a los ojos y procurando que sus gestos y el movimiento de sus labios le den el chance de entender lo que le están queriendo decir.
En Bolivia hay más de 50 mil personas sordas, según el último censo (2012) y en el mundo el 5% es una persona sorda. Y si puede cambiarle la vida a siquiera un puñado, todo su esfuerzo habrá valido la pena.
El primer prototipo
El primer prototipo lo trazó en su mente en 2019, estuvo a punto de no hacerlo, porque requería dinero y no lo tenía. Pero cuando participó en Falling Walls Lab (versión para Bolivia) y ganó el tercer lugar, supo que iba por buen camino y que su invento tenía futuro.
Esa competencia internacional, de origen alemán, que reúne a un grupo diverso e interdisciplinario de estudiantes, investigadores, emprendedores y profesionales, es una especie de incubadora de ideas innovadoras. Y haber destacado ahí le dio fuerza para pensar que podía seguir adelante.
Ese fue el puntapié inicial para que su universidad decidiera apoyarlo económicamente. Así, con $us 1.500 logró el primer prototipo. Ahora, está empeñado en consolidar el segundo, pero una vez más, las cifras no acompañan. Como joven profesional, anda buscando diferentes trabajos para ir juntando el dinero para comprar los insumos, que debe pedir al exterior y que, con la crisis actual, han elevado sus precios.
Ahora, su segundo dispositivo es más funcional, pero le falta camino por recorrer, uno que está lleno de piedras, como puede confirmar cualquier emprendedor e innovador en Bolivia.
De qué se trata
La explicación más sencilla que Ciro puede traducir desde su enrevesado lenguaje de ingeniería mecatrónica, es que su prototipo es un dispositivo electrónico, que permite capturar el movimiento de las manos desde impulsos eléctricos generados por el movimiento de los músculos al momento de contraer o relajar dedos y brazos, todo por medio de sensores. Son 18 sensores en total, colocados en dedos y brazos.
A diferencia del primero que parecía ser el pectoral de un centurión, ha tratado de hacer un segundo prototipo “lo más funcional posible” y que sea lo más discreto, sin perder sus capacidades.
Si tuviera el dinero necesario para conseguir todas las partes requeridas, Ciro calcula que en un año y medio lo tendría listo y luego solo necesitaría 6 meses más para tener un proyecto comercial.
Pero el apoyo en Bolivia no fue el esperado. Es más, ya está considerando irse a algún país vecino como Argentina o Chile, tal como lo hacen los deportistas que se ven obligados a competir para una bandera ajena a la suya, porque otros países les ofrecen condiciones mucho mejores.
Historia personal
Ciro Zeballos Claure tiene 28 años, actualmente es el encargado del Laboratorio digital del Gobierno Municipal de Tarija y se propone lograr certificarlo como un FabLab a nivel internacional.
¿Qué es un FabLab? Es un laboratorio de fabricación digital, es un lugar para jugar, crear, asesorar e inventar, en pocas palabras, es un espacio para el aprendizaje y la innovación.
Estudiar Ingeniería Mecatrónica lo llevó indefectiblemente a ese rumbo, el de crear, hacer cosas que nadie hace y solucionar problemas con inventos como el que lo tiene estancado por falta de soporte económico, desde hace casi 5 años. La comunidad de personas sordas podría cambiar su destino con un aparato así, integrarse mejor a la sociedad, pudiendo conseguir algo tan básico, pero que los que tenemos el privilegio de hablar y que se nos escuche, no alcanzamos a dimensionar.
Evolución del prototipo
El primer prototipo era un aparato con muchos cables, en manos y brazos, conectado a un dispositivo en el pecho, donde estaba ‘el cerebro’ que recogía los impulsos eléctricos. Pero el de ahora se ha simplificado, buscando lograr la función de la portabilidad y que la persona sorda no sienta que está usando una armadura gigante. La comodidad también fue tomada en cuenta, Ciro ha intentado darle a quien lo llegue a usar, la mayor libertad de movimiento posible.
En el camino, la pandemia retrasó el desarrollo del dispositivo y su financiamiento hizo todavía más lenta esta evolución.
“Tener fondos para investigación y desarrollar este tipo de prototipo no es tan fácil, faltan políticas neo-desarrollistas para fomentar la innovación y el emprendimiento. Es difícil tratar de sacar un proyecto adelante. Si no estás en una Meca del desarrollo, no hay un fomento para el innovador, que te facilite lo que requieres”, lamenta el inventor tarijeño.
Actualmente, Ciro está trabajando en el hardware para tener un prototipo más Wireless (transmisión de datos entre una variedad de dispositivos, sin conexiones por cables) y está adquiriendo equipos para una segunda mano que solo lleve anillos y dedales en lugar de tantos cables.
La siguiente tarea es realizar una recolección masiva de información de datos, ósea, tomar una población sorda y comenzar a recolectar la mayor cantidad de información de la lengua de señas boliviana, solo de esa forma logrará un dispositivo que tenga un alcance real y mayor en la sociedad.
Ciro reconoce que fácilmente hubiera tardado solo 6 meses de trabajo en tenerlo listo, pero los componentes son caros y la importación también. “Ahora solo soy yo el que financia el proyecto, por eso busco con otros trabajos la forma de poder continuar”, reconoce intentando no desalentarse a sí mismo.
Si el primer prototipo demandó $us 1.500, calcula que actualmente necesitaría, Bs 7.000 por prototipo, requiriendo Bs 90.000 (para una decena de prototipos) para tener la cantidad mínima para realizar un mapeo a nivel nacional (recopilación de datos), para tener una validación real del segundo prototipo.
Sin contar los servicios en línea que podría requerir (Bs 200.000) para finalizar una de las etapas cruciales del dispositivo y luego poder pensar en una producción masiva y accesible.
Mirá el video:


