¿Más sano que fumar? El vapeo seduce con riesgos que aún son invisibles

Aunque el cigarro tradicional sigue cobrando vidas, el vapeo gana terreno entre jóvenes con una falsa idea de inocuidad. Expertos alertan sobre daños irreversibles en la salud pulmonar.
Por Remberto Hurtado
La lucha contra el tabaquismo tradicional no ha terminado, pero ya enfrenta una nueva amenaza: el vapeo. Más discreto, más atractivo y erróneamente considerado “más saludable”, se ha convertido en la puerta de entrada al consumo de nicotina entre adolescentes y jóvenes. Así lo confirma el Dr. Fernando Chávez, neumólogo con 45 años de experiencia.
“El enfisema pulmonar, el cáncer y la bronquitis son enfermedades que afectan principalmente a los fumadores”, explica el especialista. Aunque los avances médicos han mejorado el tratamiento del cáncer de pulmón, el pronóstico depende del momento del diagnóstico. “Si llega tarde, el daño es irreversible”.
El vapeo, alerta Chávez, puede ser igual o incluso más perjudicial. Advierte que “contiene compuestos más irritantes que aceleran el daño pulmonar”. La percepción social juega en contra: su uso en público, su aroma y su presentación lo vuelven aceptable. “No parece tabaco, y eso engaña”.
Según datos de 2023, en Bolivia el 32,8% de la población ha consumido tabaco alguna vez en su vida. Cada año, unas 3.972 personas mueren por enfermedades relacionadas con este hábito. A nivel mundial, más de 8 millones de personas fallecen anualmente por esta causa, incluyendo quienes no fuman, pero están expuestos al humo ajeno. Particularmente preocupante es el dato de la OMS: cerca de 50 millones de jóvenes entre 13 y 15 años usan productos de tabaco, incluyendo cigarrillos electrónicos.
Crece la venta de vapes
Un vendedor local de difusores sin nicotina afirma que la demanda no cesa y que incluso escolares los adquieren para llevarlos al colegio. “Lo esconden. Piensan que no hace daño y quieren verse cool”, comenta. La falta de regulación facilita el de menores a estos productos.
Carlos R. cuenta que comenzó a fumar a los 17 años, en reuniones con amigos, por presión social. “Al principio era solo por encajar, por curiosidad. Luego fue parte de mi rutina. Me calmaba, me ayudaba a concentrarme... o eso pensaba”, recuerda. El vapeo llegó como una moda, pero nunca lo vio como una solución para dejar el cigarro. “Es lo mismo, solo que con sabor a menta”, dice entre risas nerviosas.
Para Jorge, el quiebre vino después de una tos persistente que lo llevó a urgencias. “Me asusté. El médico me dijo que, si seguía así, iba camino a un daño crónico. Dejé un tiempo, pero recaí”. Aunque ahora solo fuma ocasionalmente, ite que la ansiedad y el estrés lo empujan a volver. “Cuando estoy nervioso, necesito algo entre los dedos”.
Este patrón es común, según la psicóloga Beatriz Iporre. “Muchos fumadores no son conscientes del vínculo entre el consumo y sus emociones. Fuman para calmar la ansiedad, para no sentirse solos o simplemente por costumbre”, indica. “El cigarro se convierte en un compañero silencioso, aunque letal”.
Iporre subraya que las recaídas no son fracasos, sino parte del proceso. “Salir de la adicción es como escalar una montaña. Hay retrocesos, pero también avances. Lo importante es tener apoyo y no rendirse”. Por eso recomienda que los fumadores accedan a redes de ayuda y programas terapéuticos especializados. “No basta con querer dejar de fumar; hay que entender por qué se fuma”, enfatiza.
Los jóvenes, además, enfrentan un bombardeo de mensajes contradictorios. Mientras las campañas de salud alertan sobre los riesgos del tabaco, las redes sociales y el marketing del vapeo presentan estos dispositivos como modernos, inofensivos y hasta ‘eco-friendly’. “Esa narrativa es peligrosa”, advierte Iporre.
El Dr. Chávez añade que los fumadores deben hacerse controles radiológicos anualmente, especialmente si presentan síntomas. Esto permite detectar enfermedades a tiempo. A los jóvenes que aún no han caído en el hábito, les aconseja “pensarlo muy bien”, porque aunque parezca inofensivo al principio, “a la larga hace daño”.
En los últimos 20 años, las campañas antitabaco lograron reducir el consumo en espacios públicos. Pero el auge del vapeo plantea un nuevo desafío. Como recuerda el Dr. Chávez, regular y educar funcionan. La pregunta es si llegaremos a tiempo. Porque, al final, ningún placer vale más que un pulmón sano.


